Me disculparán lo amarillista que puede llegar a sonar el título de este post, pero considero que son las palabras correctas para hacer hincapié en el hecho de que el ser humano tiene un enorme problema (intrínseco a su propia naturaleza) que tarde o temprano enferma todo contexto en el que se desenvuelve: la incapacidad de progresar mientras permanezca en su zona de confort.
La frustración, el miedo, la ansiedad, la incertidumbre y muchas otras emociones negativas han inundado nuestras vidas con la llegada del COVID-19, pero creo que es momento de empezar a rescatar algunos aspectos positivos que esta situación puede llegar a ofrecernos e incluso de lo que nos puede salvar, específicamente en el contexto de la educación.
¿Quimioterapia para la educación?
No elegí la palabra quimioterapia sin otro objetivo más que para dar a entender que la educación en sí misma ha ido muriendo lentamente ante la mirada indiferente de todos los roles que conforman cada comunidad educativa. La enfermedad: el confort.
¿No les parece curioso que fuese necesaria una pandemia para empezar a darle el protagonismo adecuado a las herramientas TIC en la educación? No es curioso, es normal.
¿Nos podemos permitir seguir echándole la culpa a la educación tradicional? Yo no.
Mi intención jamás ha sido la de atacar a la educación tradicional, ni mucho menos desmeritar la vocación de aquellos maestros que después de décadas de servicio hoy día continúan demostrándonos que están lejos de ser obsoletos. Ellos siguen compartiendo lo mejor que tienen para ofrecer a todos nosotros los maestros jóvenes que no hemos asumido con propiedad el hecho de que ahora somos nosotros los que llevamos la batuta.
¿Me permiten una analogía con la biología para exponer mi punto?
Las células de nuestro cuerpo son capaces de duplicarse en dos células nuevas, esas dos se duplican formando cuatro, las cuatro en ocho, y así sucesivamente. Si este proceso reproductivo no se regula y el organismo sigue produciendo células que no se necesitan da lugar a la formación de aquellas masas llamadas tumores.
El objetivo de la quimioterapia es detener directamente el crecimiento celular del tumor dejándolas incapaces de duplicarse o iniciando artificialmente un proceso llamado “apoptosis” que consiste en una muerte celular programada o provocada por el mismo organismo, con el fin de controlar su desarrollo y crecimiento.
¿Muchas células “buenas” se convirtieron en algo malo?
Sí, es su naturaleza propagarse aún desconociendo que pueden causar cierto daño, así como la naturaleza de un maestro es transmitir todo lo bueno que tiene o cree que tiene para dar, sin darse cuenta de que puede que sea momento de parar.
Las buenas prácticas, las herramientas, las estrategias pedagógicas, los contenidos y muchos otros elementos pedagógicos que hace tiempo eran apropiados y oportunos, hoy ya no lo son.
Pero esas células siguen propagándose…
No me mal interpreten, el cáncer en el cual se encuentra sumida la educación no son los antiguos maestros sino ese exceso de propagación de las buenas cosas que ya no son las más efectivas en esta época y contexto.
El tumor lo forman las células nuevas en exceso, y esas venimos siendo nosotros los maestros jóvenes. Nuestros viejos maestros no merecen más que reconocimiento y admiración por querer darnos lo mejor que tienen para ofrecer aunque se encuentren descontextualizados.
Pido disculpas a mis colegas maestros al encasillarnos tan duro como si fuésemos el problema, pero les anticipo que mi pensar es que también somos la solución.
¿Gracias al COVID-19 todo va a mejorar?
Algo que, a la fecha, ha causado más de medio millón de muertes registradas no merece agradecimiento alguno pero está en nuestra naturaleza ver lo positivo incluso de la más grande tragedia, sea mucho o poco.
Párrafos atrás indiqué que la enfermedad de la educación no es más ni menos que la tan mencionada zona de confort de la que tanto hablan los expertos en motivación personal.
¿Cuál es la zona de confort de la educación?
Todos, desde hace rato, somos conscientes de que la educación requiere una auténtica transformación pero nos quedamos esperando a que “alguien más lo haga”. Esa es nuestra zona de confort: seguir utilizando las mismas prácticas de hace muchos años sin reparar en encarrilarnos hacia la innovación.
Cuando digo “todos” no me estoy refiriendo únicamente a nosotros los maestros, sino también a cada miembro de cada comunidad educativa cuya postura, ante la necesidad de un cambio, no ha sido más que voltear la mirada y perpetuar un sistema educativo ineficaz. Si pueden y disponen de tiempo los invito a ver el documental dirigido por Jürgen Klaric que se llama un crimen llamado educación, allí verás mucho mejor que este problema es de todos.
Retomemos el asunto de la quimioterapia para dar un cierre a este artículo. Lamento si parezco divagar pero realmente quisiera dejar clara mi perspectiva.
La quimioterapia no distingue células cancerígenas de células buenas, es un tratamiento que acaba con casi todo, con la esperanza de que lo mucho o poco que quede del organismo sea sólo su parte sana.
El COVID-19, tal cual quimioterapia, ha puesto en jaque a todos. A los maestros al movilizarnos hacia una educación virtual, a las familias al verse forzadas a asumir con propiedad su rol en la educación de sus niños, a los estudiantes al no estar preparados psicológica ni tecnológicamente para esto, a nuestros políticos que se preocupaban más por las próximas elecciones que en promover reformas educativas en pro de las generaciones futuras… A todos.
Ha llegado la hora de un aprovechamiento masivo de todas las herramientas que tenemos a nuestro alcance. Nuestra educación ha venido acostumbrándose a una interactividad y retroalimentación presencial que ha dejado de lado tantas posibilidades e ideas innovadoras que podrían ser la solución a muchos problemas educativos.
¿La familia pensaba que el problema era el maestro? Ya no más. La cuarentena nos ha empujado a formar genuinos equipos educativos con cero recelo entre familias y profesorado. Estamos juntos en esto y lo vamos a lograr así, juntos.
¿El maestro es el único que se las sabe todas? Ni de cerca. Los jóvenes de hoy en día han sido de gran ayuda a muchos maestros para que se familiaricen con las redes sociales, plataformas virtuales e incluso consejos de cómo aprovechar cientos de apps que teníamos en nuestros dispositivos y no les dábamos el uso correcto.
¿Los maestros que no dominan las TIC deberían hacerse a un lado? No, son los que tienen incluso la lección más valiosa que enseñar en estos tiempos: si yo puedo, tú puedes. Seguramente alguna vez han escuchado aquello de que la palabra convence pero el ejemplo arrastra. Si los estudiantes observan a su maestro esforzándose por aprender a utilizar ZOOM para dar sus vídeo clases, cuando jamás en su vida había sentido la necesidad de utilizar ni siquiera su correo electrónico, realmente está causando un impacto y dando un mensaje de que sí se puede si nos lo proponemos.
¿Los maestros más jóvenes y dominantes de las TIC tenemos que convertirnos en YouTubers? No necesariamente, pero cuando dije que nosotros somos la solución me refería a que tenemos la facilidad de sacarle el jugo a la amplia gama de herramientas TIC que tenemos a nuestra disposición.
Seamos creativos e incluso atrevidos con nuestras estrategias pedagógicas. Estamos en un terreno en el que aquel “problemita” de los estudiantes que se aburren con facilidad ahora no tiene porque ser así, sorpréndanlos, fomenten su curiosidad, hagan que investiguen e incluso jueguen con ellos. De mi parte, el material didáctico que compartimos en nuestro sitio web es gratuito para todo aquel que lo solicite. Seamos solidarios con nuestras ideas educativas.
¿Calificar o evaluar es visto cómo un problema enorme en estos tiempos? Esta pregunta da como para otro artículo pero me atrevo a simplemente decir que si tu sistema o estrategia evaluativa condena el error, es momento que te replantees que cada “metida de pata” de tus estudiantes es una oportunidad para aprender y dar una lección sin la necesidad de que etiquetemos sus avances con un número. Aprovecho para invitarlos a leer este artículo: “Sabiendo que el alumno aprende, la nota es lo de menos“
Por último, no me queda más que desear que salgamos victoriosos de esta pandemia con una educación renovada y encaminada al desarrollo de las competencias necesarias para esa transformación social que tanto necesitamos.
Víctor Manuel Escobar
Matemático. Maestro. Ingeniero. No en ese orden.